domingo, 24 de febrero de 2013

Antonio Miró Valverde. Arquitectura y Cine

Debió ser hacia el año 96. Yo ya llevaba tiempo quedándome en casa los lunes por la noche a ver Qué grande es el cine, el programa de José Luis Garci, la película y el coloquio, ante las protestas de mi madre, que todos los lunes me volvía a preguntar ¿esta noche también te vas a quedar? y, al día siguiente, cuando volvía de la escuela, abatido, me repetía que tenía que dormir más.

Yo aprendí el lenguaje cinematográfico viendo este programa: qué era un primer plano, una secuencia, un plano secuencia, un travelling, una puesta en escena...  Con aquellos míticos coloquios aprendí a fijarme en cómo se construían las películas.

Aquel año yo estudiaba Elementos de Composición, en la Escuela de Arquitectura de Madrid, en la cátedra de Proyectos que compartían Julián Laguna y Antonio Miró. Mi profesor era éste último, uno de los mejores y más atípicos profesores de proyectos que tuve en la escuela. Humilde, educado, amable, serio, y una excelente persona. Sin duda, el que recuerdo con más cariño.

Antonio Miró Valverde, arquitecto y profesor
Miró era ya mayor cuando asistí a sus clases. De hecho, se había incorporado a la docencia en los 80. Nacido en Madrid en 1931, había estudiado arquitectura en la escuela de Barcelona, donde comenzó su carrera profesional colaborando con otros arquitectos, como Ricardo Bofill. Luego se trasladó a Madrid, debido a su amistad con Fernando Higueras, con quien inició una relación profesional extraordinariamente creativa. Sus obras más conocidas han sido las realizadas por este tándem de personalidades tan distintas como complementarias. Los analistas de su obra coinciden en señalar que, a la excesiva y desbordante capacidad creativa de Higueras, Miró contrapuso su equilibrio, mesura y pragmatismo constructivo. Juntos construyeron la Unidad Vecinal de Absorción (UVA) de Hortaleza (1963), el Centro de Restauraciones Artísticas, actual Instituto de Patrimonio Cultural Español (IPCE), en la Ciudad Universitaria (1965), esa corona de espinas que puede verse desde la M-30, cerca de la Moncloa, y las viviendas para el Patronato de Casas Militares en la calle Alberto Aguilera de Madrid (1967-1975). Su arquitectura es orgánica, geométrica, precisa, potente y de tremenda plasticidad.


 “Centro de Restauración” (1969-70)
Dibujo de Antonio López. Lápiz sobre papel

Cubierta del IPCE. La corona de espinas.
Fernando Higueras y Antonio Miró, 1965

Viviendas para militares en C/ Alberto Aguilera
Fernando Higueras y Antonio Miró (1967-1975)

El Miró, como lo llamábamos, comenzó aquél curso haciéndonos ir a una galería de arte donde exponía un pintor moderno, joven, sudamericano y prácticamente desconocido, del que no recuerdo el nombre, y redactar un comentario crítico. Eran pinturas de formato grande, empastadas y muy alejadas del concepto clásico de belleza o composición. No entendí muy bien en aquél momento cuál era el fin de aquello. Otro día nos llevó con él a visitar el Centro de Restauraciones Artísticas, algo que sólo se podía hacer con una autorización especial. Algunos de los que trabajaban allí y hablaron con nosotros nos confesaron que estaban encantados de trabajar en un lugar así. Otro, fuimos con él a visitar el estudio de Fernando Higueras. Hablamos con él, con su jefe de taller, y vimos sus planos, sus maquetas, sus dibujos y acuarelas. Otro día visitamos el casino de Torrelodones. Vimos todas las instalaciones, hasta las cocinas. Otro, la piscina climatizada de Hortaleza, con el responsable de mantenimiento. Le hicimos un montón de preguntas, y aprendimos mucho de él. Otro, solicitó el alquiler de un autobús a la escuela, y fuimos a visitar algunas viviendas construidas por él en la sierra de Madrid, como la de Lucio Muñoz o la de Villaseñor. Otro se trajo un libro sobre las tiendas de pueblos nómadas. Recuerdo fotografías de las yurtas de los mongoles. Otros días nos daba charlas con diapositivas. Una fue sobre Le Corbusier, donde se mostraba un tanto escéptico con algunos aspectos de su obra. Era un profesor que no cuadraba para nada con la actitud general de los profesores de la escuela, ni con sus grupos de influencia. Iba por libre.


Proyecto para edificio polivalente en Montecarlo
Fernando Higueras y Antonio Miró, 1969.

Un día se trajo unos rollos de película en súper 8. Nos contó que eran dos películas documentales, breves, filmadas por él, y que nos las iba a proyectar. Ese día Laguna y sus alumnos vinieron a nuestra aula, y las vieron con nosotros.

La primera se llamaba La blanca Paloma, y era una película de la romería del Rocío, filmada en los años 60. Nos contó que aquél año unos amigos le habían invitado, y aprovechó para irse allí con su súper 8. La película comenzaba con la preparación y la salida de las cofradías. Luego iba contando, con voz en off, el día a día, las paradas, los bailes, la alegría, el camino. En una de las escenas aparecía él, bailando o tratando de conversar con una joven, no recuerdo bien. Nos contó luego que había intentado hacer algo con ella pero que finalmente no consiguió nada. La segunda era una película sobre Amsterdam, también de los 60. Aprovechó un viaje que hizo allí para filmar. Recuerdo los canales, las calles armoniosas, los piñones de las fachadas, los tejados inclinados y, sobre todo, cómo la cámara se volvía cuando una joven con minifalda pasaba cerca de él. Él mismo se reía cuando todos le mirábamos en esos momentos. Nos explicó después que la minifalda, ese año, aún no había llegado a España.



A las películas quizá les faltaba dinamismo, pero estaban bien filmadas. Los planos y las escenas estaban pensados y bien escogidos. Miró nos contó que después de filmarlas había que dedicar mucho tiempo a montar las imágenes, añadirle la voz en off y la música  Nos dijo que la película de súper 8 costaba cara y que, por eso, no podía filmar como un loco. Tenía que pensar bien los planos antes de filmar. Escoger un momento, una iluminación, montar el trípode, y mover la cámara. Como contraposición, habló del tipo de vídeos que se solían filmar entonces en los viajes, totalmente infumables.

Después Laguna habló del programa de Garci. No sólo nos lo recomendó, sino que nos dijo que teníamos que verlo, porque se aprendía mucho con él. Y no sólo de cine. En aquel programa también se aprendía arquitectura. Miró asentía.

Tenía razón. En ese programa se aprendían muchos conceptos que también se aplican a la arquitectura, igual que a todas las artes: idea, estructura, ritmo, composición, estética, desarrollo, orden, sucesión, luz, color... Era una cuestión de madurez intelectual, de poder analizar una obra y emitir juicios de valor. Se lo dije a mi madre, pero creo que no le convenció.

Como la escuela recomendaba ir cambiando de cátedra de proyectos cada año, para una formación más compleja, al siguiente me matriculé en otra diferente. Fue un gran error. Unos meses después me lo encontré. Yo salía de la escuela cuando él llegaba del metro. Creo que era el único profesor de proyectos que venía en metro. Me saludó amablemente, y me preguntó en qué cátedra estaba y qué tal me iba. Me quedé cortado, y le dije qué cátedra era y que me iba bien. Me deseó un buen año y se despidió. Luego vi cómo se alejaba, con su andar un tanto tambaleante. No le dije, sin embargo, que le echaba de menos, a él y a sus clases alternativas, que me hacían querer ser mejor arquitecto y mejor persona.


No le volví a ver, aunque me he acordado mucho de él. Me enteré tarde de su muerte, apenas sin repercusión mediática. No le pude hacer un homenaje, porque no disponía del modo. Por eso le dedico esta humilde entrada, más de dos años después.


domingo, 17 de febrero de 2013

Habitar el bosque


En la localidad sueca de Harads, cerca del río Lule, han construido un curioso hotel con vistas al valle, a sus bosques de altos pinos, y a su caudaloso río. Se llama Treehotel, el hotel de los árboles, porque sus habitaciones están situadas entre las copas de los pinos, colgadas en mitad del bosque.

No hay duda de que es una buena idea. ¿Quién no ha deseado hacerse una cabaña en lo alto de un árbol cuando era niño? ¿O retirarse unos días a un bosque, solo o con pareja? Pero como estos son suecos, no sólo se permiten construir habitaciones entre las copas de los árboles, sino que además lo hacen con diseño moderno, escandinavo. Tenía que ser así. Como podéis ver en las fotografías más abajo, las habitaciones no son cabañas de tablas de madera, al estilo Tom Sawyer, sino verdaderos habitáculos modernos, pequeños y de formas sencillas. Tienen diseños diferentes, para gustos variados:

The Cabin (Cyrén & Cyrén)

The Mirrorcube (Tham & Videgard)

The Bird's Nest (Inredningsgruppen)

The UFO (Inredningsgruppen)

La pagina web del hotel ofrece lo que ellos llaman una experiencia única: habitaciones en los árboles con diseño contemporáneo, en medio de una naturaleza inmaculada, construidas entre 2010 y 2012 por algunos de los más destacados arquitectos escandinavos. Además de las habitaciones, disponen de una sauna para doce personas situada entre pinos centenarios. Todas las habitaciones están suspendidas entre 4 y 6 metros por encima del suelo, y accesibles por rampas, puentes o escaleras eléctricas. Cada habitación es única. No sólo su arquitectura, sino también su mobiliario, lámparas y telas, han sido diseñadas expresamente. El tamaño de las habitaciones varía entre los 15 y los 30 m2, siendo las de mayor tamaño para 4 personas. Las necesidades diarias, así como la construcción, son respetuosas con el medio ambiente. Por eso utilizan aseos de combustión y lavabos eficientes. ¿Algo que objetar?

Retorno a la naturaleza. El mito del buen salvaje. Los bosques. Retiro espiritual. Diseño moderno. Respeto al medio ambiente. Son muchas buenas ideas para promocionar el hotel.

Vamos a echar un vistazo a los interiores:


The Cabin (Cyrén & Cyrén)

The Cabin (Cyrén & Cyrén)

The Mirrorcube (Tham & Videgard)

The Mirrorcube (Tham & Videgard)

The Brid's Nest (Inredningsgruppen)

The Brid's Nest (Inredningsgruppen)

Podéis ver más fotografías y consultar todo lo que deseéis, precios incluidos, en su pagina web, que podéis abrir aquí.

Parece una manera sensible y con gusto de habitar un bosque, y de explotar de manera sostenible un entorno natural, de modo que revierta en riqueza para la zona y para el país. ¿Qué diría la normativa medioambiental en nuestras Comunidades Autónomas? ¿Nos permitiría habitar entornos naturales de esta manera? Me parece que no, y puede que sea para bien. Aquí tenemos otra tradición de poblamiento

Sin embargo, a mi, personalmente, me parece fascinante la idea de proyectar habitáculos respetuosos con el medio ambiente, como los del Treehotel, en los bosques de montaña españoles, en las dehesas manchegas o extremeñas, en los acantilados de las rías altas gallegas, o en el desierto de Tabernas, por poner unos ejemplos. ¿Colgados de los árboles? ¿De los acantilados? ¿Semienterrados en el subsuelo? ¿Qué forma tendrían? ¿Con qué materiales se construirían? El ejercicio creativo puede dar mucho juego. La imagen puede ser muy poética.

¿Quién no pagaría un plus por un retiro mínimo, hermoso y moderno, en unos entornos semejantes?



domingo, 10 de febrero de 2013

Django desencadenado

Homenaje del excesivo Tarantino, apellido de origen italiano, a ese subgénero llamado Spaghetti Western, que inventó el gran Sergio Leone, que siguieron desarrollando los italianos, y en el que los españoles pusimos paisajes y mano de obra muy digna. Un subgénero mucho más cercano al gusto de masas actual que el del western clásico de los 40 y 50.

El nombre de Django hace referencia a un personaje mítico del género, solitario, callado, sin pasado, noble y con afán justiciero, creado por Sergio Corbucci en 1966 en la película Django, interpretado por Franco Nero. Rodada en Madrid y alrededores, tiene uno de los comienzos más potentes de la historia del cine, con unos planos de Franco Nero de espaldas, cubierto con una vieja casaca y un sombrero yankee, con bultos a la espalda, caminando bajo la lluvia y arrastrando un ataúd por el barro de un desierto, a través de una cuerda atada a la cintura, mientras suena la potente canción sesentera Django, del argentino Luis Enríquez Bacalov, autor de la banda sonora.




Parece que el nombre del personaje era un homenaje al gran Django Reinhardt, ese genial guitarrista gitano al que también homenajeó Woody Allen en Acordes y Desacuerdos (1999)Reinhardt tenía algunos dedos de su mano izquierda paralizados por causa de un incendio ocurrido en su casa-caravana, a los 18 años. Aún así, aprendió a tocar la guitarra usando únicamente los dedos índice y corazón. Ese fue uno de los motivos de la inmensa originalidad de su estilo. El personaje de Corbucci también sufría un percance con sus manos a lo largo de la película, algo a lo que debía sobreponerse después. Por otro lado, el protagonista también hacía referencia al personaje de Rio the Kid interpretado por Marlon Brando en El rostro impenetrable (Marlon Brando, 1961). A Río le rompían los huesos de la mano derecha para que no pudiera volver a disparar. Igual que él, Django debe disparar con las manos destrozadas al final de la película.

Prohibida originalmente en el Reino Unido por su violencia, Quentin Tarantino hace tiempo que se proclamó fan de este film. Se había basado en una de sus escenas, en la que un general le corta la oreja a un traidor, para su memorable secuencia de Reservoir Dogs (1992), mucho más pausada y elegante, al ritmo de Stuck in the middle with you. En 2007 colaboró en un remake japonés de esa película, Suriyaki Western Django, dirigido por Takashi Miike. En sus películas Kill Bill hay dos temas de Bacalov.

Su Django desencadenado no toma de esta película más que el nombre del personaje. El protagonista no tiene nada que ver con el de Corbucci, salvo su carácter reservado, noble y justiciero. Sin embargo Tarantino demuestra su maestría haciendo algunos guiños a la película italiana. La suya comienza con el mismo tema musical, Django, de Bacalov, y más adelante nos saca un estupendo cameo de Franco Nero, muy bien traído.



Western original, como todas las películas de Tarantino, que no inventa, pero que se sale de caminos trillados. Este hombre sabe hacer guiones nuevos, divertidos y frescos. Tiene buena estructura, ritmo, mantiene la tensión, es ágil y, aunque puede que le sobren unos minutos, se sigue sin perder interés. La película mezcla, entre otros elementos, la esclavitud, unos cazarrecompensas, una leyenda germánica, luchas mandingas, algo de música rap, el habitual diálogo absurdo y cómico (quizá más estúpido de lo que habría sido necesario, supongo que con intención), planos con profundidad de campo, rápidos zooms, lentos movimientos de cámara, secuencias rápidas, tiros y violencia en las dosis esperadas, momentos de amor, las Montañas Rocosas nevadas, los obligados paisajes áridos, y plantaciones y haciendas sureñas.

Los paisajes nevados de una parte del comienzo me recordaron la escenografía de El Gran Silencio (1.968), otro buen spaghetti de Corbucci, y lo entiendo como otro guiño de Tarantino a sus referencias. Por lo poco habitual en el género, esos paisajes nevados también me recordaron imágenes de Las Aventuras de Jeremiah Johnson (Sydney Pollak, 1972), donde también había un maestro que enseñaba su sabiduría a un joven.

Por último, la película es una dura crítica al racismo y a la esclavitud.

Estupendo Christopher Waltz, en el extraño papel de King Schultz, alemán en el Oeste, dentista cazarrecompensas, y Hércules liberador de Prometeo (el esclavo Django), a la vez que su maestro y protector, con impecables valores éticos. No está muy claro si el protagonista es Django o él mismo. Muy bien Leonardo Dicaprio como el malcriado hacendado y sin escrúpulos Calvin Candy, y genial Samuel L. Jackson, irreconocible, como esclavo faldero que ha asimilado los valores de sus amos, en un papel estupendo.

Muy buena fotografía. Secuencias logradas y, como no, estupenda música que acompaña como un guante, como sólo Tarantino y alguno más (Sofía Coppola, Wong Kar Wai) saben hacer.

Pero, a pesar de todas estas notas positivas, encuentro fallos. Los personajes están bien construidos, pero son un tanto planos y estereotipados. Muy buenos, muy malos, o muy tontos. Les falta complejidad. Como excepción, los papeles más interesantes de Samuel L. Jackson y de Laura Cayouette como hermana de Candy. La dirección artística no me convence en algunas escenas, donde le falta veracidad, suciedad, realismo. Los diálogos son buenos, pero más numerosos y explicativos de lo que hubiera deseado, y no tan escasos, certeros y concisos como cabía esperar de un buen spaghetti. Explica demasiadas cosas que se podrían haber resuelto con un buen plano, con elipsis, con pocas palabras. Algunos planos (pocos) son reiterativos (ya me había dado cuenta, Quentin). El final es convencional, y se alarga más de lo necesario.




domingo, 3 de febrero de 2013

Carlos Hurtado Casanova

Cuenta la leyenda que cuando Cristóbal Colón volvió de su primer viaje a lo que él creía las Indias, cargado de plantas y animales exóticos y hablando de las nuevas tierras descubiertas, los aristócratas españoles, envidiosos de su hazaña, comentaban entre ellos que no había sido para tanto. Tan sólo había que haber navegado hacia el oeste para conseguirlo, decían. Una vez uno de ellos se lo echó en cara delante de un grupo de personas. Colón, tranquilamente, le retó a que consiguiera poner de pie un huevo encima de la mesa. El aristócrata lo intentó, pero no fue capaz. Entonces Colón cogió el huevo y, apoyándolo suavemente de pie, le dio un ligero golpecito contra la superficie, de manera que el huevo permaneció de pie ante la vista de todos. ¡Eh!, exclamó el aristócrata, así yo también lo puedo hacer. Claro, respondió Colón, Pero lo importante no es hacerlo, sino ser el primero.




Parece ser que esta leyenda no tiene mucho que ver con la historia, salvo el fondo. La metáfora del huevo de pie encima de la mesa, como algo que aparenta tener mucha dificultad, pero que resulta fácil al conocer su artificio, como lo define la RAE, hacía mucho tiempo que se conocía cuando se le atribuyó a Colón. Simplemente se ajustó como un guante a la hazaña del genovés y se asimiló a su biografía.

Viene esto a cuento por un artículo del diario El País que leí por casualidad el pasado miércoles 30 de enero, y que recoge también este artículo de su edición digital, sobre la cubierta textil y retráctil patentada en 1999 por el arquitecto español Carlos Hurtado Casanova, para cubrir la plaza de toros de Las Ventas.

La imagen de la cubierta de 16 toneladas caída sobre la arena de la plaza tras una prueba de carga había dado la vuelta al mundo unos días atrás. Como se podía leer en este otro artículo de la edición digital de El Mundo, la cubierta diseñada por la empresa francesa Cedetti estaba formada por una estructura de 60 vigas de celosía de aluminio de 55 metros, pesaba 160 toneladas, se había fabricado en Estrasburgo y traído a Madrid en 30 camiones. Como no era retráctil, su idea era desmontarla cuando llegara el buen tiempo, y volverla a montar el próximo invierno.

Cubrir un espacio circular siempre ha sido una tarea difícil en el mundo de la arquitectura, que se ha venido resolviendo con cúpulas más o menos pesadas desde tiempos de los romanos, o con grandes carpas de lona desmontables como la de los circos ambulantes, con un gran mástil central. 

La idea patentada por Hurtado Casanova para cubrir la plaza de las Ventas se basaba sin embargo en un mecanismo tan sencillo como el de la bolsa de pan, un elemento tradicional de las cocinas españolas hasta que fueron sustituidas por bolsas de plástico y paneras. Consistía en una bolsa de tela con una boca por donde se hacían pasar dos cuerdas, que salían por extremos opuestos. Cuando la bolsa se abría las cuerdas se embebían en la boca. Cuando las cuerdas se estiraban la bolsa se cerraba.




Mi abuela tenía siempre una bolsa como esa en su cocina. Yo también tengo una desde hace unos años, que uso a diario para meter y sacar las barras. Y nunca se me había pasado por la cabeza que un mecanismo tan sencillo pudiera utilizarse para cubrir una plaza de toros.

En este video el arquitecto expone su maqueta en funcionamiento, y explica la idea de la bolsa de pan que le sirvió de inspiración. Me pregunto, después de haberlo visionado y haberme convencido totalmente, qué tipo de elemento textil usa, si es impermeable, si puede disponer algún elemento que permita un aceptable aislamiento térmico, si recoge el agua de lluvia en el perímetro, y qué tipo de acabado puede tener, tanto superior como inferior. Supongo que esto ya estaba resuelto en una mente que ha realizado una maqueta así, y que puede haber unas cuantas soluciones óptimas a estas preguntas.

Qué sencillo, ¿no? Y qué cotidiano. Parece ser que no había que haberse ido muy lejos, ni haberse gastado tanto dinero, ni pensado en montar y desmontar 160 toneladas de material cada temporada. Ahora parece muy simple, como demostrar que a las Indias se llega antes por el oeste.

Desde aquí mi más sincero homenaje a este arquitecto, heredero de los grandes hombres del renacimiento.