miércoles, 7 de octubre de 2015

Porcellinos por el mundo


El "Porcellino" (pronuncien porchelino en español, por favor) es un simpático jabalí de bronce que hay en la ciudad de Florencia, junto al mercado nuevo. El animalillo vierte agua por la boca, y forma así una discreta y original fuente urbana, conocida como Fontana del Porcellino.


El Porcellino, junto al Mercado Nuevo, Florencia


La primera vez que supe de él fue cuando visité la ciudad, en 2.007. La "Guía de arte y arquitectura" que me llevé en el viaje, un libro de pastas duras con muchas imágenes y comentarios de la ciudad, decía que se llamaba Fuente del Porcellino, que era una obra de Pietro Tacca, que la realizó en 1.612 a imitación de un original romano en mármol que se encuentra en la Galería degli Uffizi, y que se le atribuían unos poderes mágicos que hacían que quien arrojara una moneda a la fuente y le acariciara el hocico regresaría algún día a la ciudad del Arno.

No decía, sin embargo, que era uno de los monumentos más populares de Florencia, ni que el supuesto original romano también era una copia de otra helenística, ni que el que ahora podemos ver en la calle tampoco es el de Pietro Tacca sino una réplica, y que el original se conserva en el museo Bardini de la misma ciudad, ni que existen muchas copias de él en el mundo, repartidas por distintos países de Europa, América y Oceanía, ni que no representa realmente un porcellino, que significa cochinillo, una especie de apelativo cariñoso, sino un cinghiale, es decir, un jabalí.


Vista de Florencia, desde la basílica románica de San Miniato al Monte


Tampoco contaba esa guía que Hans Christian Andersen lo describió en uno de sus muchos viajes por Europa, en el siglo XIX, y que lo hizo de esta manera:

"En la ciudad de Florencia, no lejos de la Piazza del Granducca, corre una calle transversal que, si mal no recuerdo, se llama Porta Rossa. En ella, frente a una especie de mercado de hortalizas, se levanta la curiosa figura de un jabalí de bronce, esculpido con mucho arte. Agua límpida y fresca fluye de la boca del animal, que con el tiempo ha tomado un color verde oscuro. Sólo el hocico brilla, como si lo hubiesen pulimentado -y así es en efecto- por la acción de los muchos centenares de chiquillos y pobres que, cogiéndose a él con las manos, acercan la boca a la del animal para beber. Es un bonito cuadro el de la bien dibujada fiera abrazada por un gracioso rapaz medio desnudo, que aplica su fresca boca al hocico de bronce.
A cualquier forastero que llegue a Florencia le es fácil encontrar el lugar; no tiene más que preguntar por el jabalí de bronce al primer mendigo que encuentre, seguro que lo guiarán a él."

A pesar de desconocer todo esto, le hice una foto, nos hicimos otra con él, y le acaricié el hocico, pero me pareció de mal gusto arrojar la moneda, demasiado "tourist". Todavía no he vuelto a Florencia.




Yo había estado ya antes en Florencia, en el viaje de fin de Bachillerato, a los 17 años, pero no vi al Porcellino entonces, o quizá sí pero no lo recordaba. Fue un viaje alocado, de esos en los que visitas media Italia en autobús en una semana. Estuvimos apenas dos días en Florencia, y yo a esa edad tenía poco conocimiento y otras inquietudes.

Cuando me encontré con él en las calles de Florencia, en este segundo viaje, hacía ya un par de días que había visitado la Galería degli Uffizi, y no recuerdo haberme fijado en la copia romana, supongo que estuve más pendiente de las obras de los grandes artistas que había visto en mi guía: Botticeli, Leonardo, Miguel Ángel, Tiziano, Rafael... Después no visité el museo Bardini.


El Porcellino de El Capricho, Madrid


Tampoco me di cuenta entonces de que aquella no había sido la primera vez que había visto un Porcellino. Me enteré unos años después, en la primavera de 2.010, cuando visité de nuevo El Capricho, un jardín romántico en las afueras de Madrid que construyeron los duques de Osuna a finales del XVIII y primeros del XIX. Me fijé esa vez en que a los pies de la escalinata que subía al Casino de Baile había otro Porcellino, exactamente igual al que había visto y fotografiado en Florencia pero de mármol, y que servía de remate a la ría que discurría por el jardín, diseñada para que los alegres aristócratas llegaran hasta el pabellón en sus barcas de recreo.

Yo había estado en aquel jardín muchos años atrás, en 1.998, cuando estaba en quinto de carrera y estudiaba, entre otras asignaturas, Jardinería y Paisaje, una de las que más me gustaron, y nuestra profesora nos habló de ese jardín aristócrata que estaban restaurando, heredero del pintoresquismo británico, y convencí a mi madre y a mi hermana mayor para ir a verlo, un domingo de invierno. Recuerdo que había muchas zonas acotadas con cintas de obra, otras embarradas, y varias construcciones a las que no se podía acceder ni tampoco acercarse. Es posible que no lo viera entonces, y si lo vi tampoco lo recuerdo.


Sobre un manantial


Pero también estuve en El Capricho el mismo año de mi segundo viaje a Florencia, en primavera, con el jardín totalmente restaurado y en pleno esplendor, y lo recorrí entero, y sé que entonces sí que vi al Porcellino, porque aparece en una foto que tomé aquel día de ese pabellón. No le debí prestar mucha atención, porque unos meses después no recordaba que estaba viendo y fotografiando una copia en Florencia.

Un tiempo después, en 2.011, me volví a encontrar con otro Porcellino en el jardín de otro palacio de Madrid, esta vez el del Marqués de Cerralbo, ahora museo. Era ya el tercer Porcellino en el que me fijaba, por lo que tuve que hacerle una foto y, después, en casa, recurrir a Google, y así empecé a adentrarme en el curioso mundo de los Porcellinos.




Supe así que el origen de la escultura del jabalí debió de ser una obra en bronce del periodo helenístico que no ha llegado a nuestros días, y que representaba a un jabalí con las patas traseras en el suelo, y el cuerpo superior incorporado sobre las delanteras, con la boca entreabierta y las orejas levantadas, y de esa manera parece representar el momento en el que el jabalí, tras haber estado tumbado, se incorpora repentinamente por alguna posible amenaza.

Parece ser que la escultura haría alusión al jabalí de Calidón, uno de los monstruos ctónicos o telúricos de la mitología griega, un tipo de monstruos que representan a las fuerzas o espíritus del inframundo, por oposición a las deidades celestes. Cada uno de esos monstruos ctónicos griegos se sitúa en un emplazamiento diferente, y debe ser derrotado por héroes de la época olímpica. Este jabalí fue enviado por Artemisa para devastar la región de Calidón en Etolia, y encontró su final en la cacería de Calidón, en la que participaron numerosos héroes míticos de la época. Igual que sucede en la gesta del Vellocino de Oro, o en la Guerra de Troya, la cacería de Calidón es uno de los nodos en los que se unen muchos héroes y mitos griegos.


El Porcellino del Museo Cerralbo


La copia romana que se conserva en la Galería degli Uffizi es del siglo III a.C. y se encuentra ya en Roma en 1.560 cuando Cosme I de Medici, segundo Duque Florencia, visita al Papa Pío IV, que le regala la escultura. El nieto de aquél, Cosme II de Medici, ya Gran Duque de la Toscana (los sucesivos favores a los Papas de su abuelo pudieron conseguir este cambio de título), encarga una copia en bronce a Pietro Tacca en 1.612, para decorar los jardines del Palacio Pitti en Florencia. A pesar de ser una copia, los virtuosos detalles naturalistas como el pelo del animal revelan la gran capacidad como broncista de Tacca, que fue el mejor discípulo de Gianbologna.

Años después el hijo de Cosme II, Fernando II, decide transformar la escultura en una fuente, para lo que Tacca tiene que realizar la base ancha y octogonal con la que cuenta ahora para recoger el agua. Está documentada su situación bajo la logia del mercado nuevo en 1.640, y tenía una función decorativa y también práctica, porque proveía de agua a los mercaderes, que entonces comerciaban allí con telas preciadas como sedas, brocados y paños de lana.




Del Porcellino de El Capricho no se sabe mucho, salvo que el pabellón donde se encuentra se levanta sobre una gran cámara cubierta con bóveda de ladrillo que cubre un pozo y que, con ayuda de una bomba, extraía el agua para abastecer a la finca y a la ría que desemboca en el estanque. En 1.815 el arquitecto López Aguado levantó sobre la cámara el Casino de Baile, que se convirtió en el centro de las fiestas que celebraba la duquesa de Osuna. El agua salía a la ría por el arco de ladrillo que sirve de base a la escalinata, que se decoró con rocalla y con el Porcellino de piedra de Colmenar.  

El Porcellino del Museo Cerralbo tiene una historia más antigua. Su origen está en los jardines del Palacio de los Duques de Medinaceli, mandado construir por el duque de Lerma, valido de Felipe III y el hombre más poderoso del reino entonces, en la primera década del siglo XVII, en el Paseo del Prado, y heredado después por sus descendientes, que emparentaron con la Casa de Medinaceli, y que fue demolido para construir el actual Hotel Palace en 1.912. 

El Marqués de Cerralbo fue un aristócrata con sensibilidad por el arte, coleccionista y arqueólogo, que a su muerte cedió al estado su palacio y sus colecciones, lo que hoy es el Museo Cerralbo. Probablemente adquirió el Porcellino antes de la venta y demolición del Palacio de Medinaceli. El catálogo del museo dice que el origen de ese jabalí está en Florencia, que es del siglo XVI, que procede del Palacio madrileño de Medinaceli, que perteneció a la colección de esculturas clásicas de Per Afán de Ribera, virrey de Nápoles muerto en 1.571, y que es una copia del jabalí romano de la galería florentina de los Uffizi.




Los de la Wikipedia, sólo en sus versiones en inglés y en francés (en español no tiene entrada, y en italiano apenas enumeran unas pocas), afirman que existen las siguientes copias del Porcellino en estos 12 países: 

Una en Australia (Sydney), otra en Bélgica (Enghien), dos en Canadá (Victoria y Waterloo), una en Dinamarca (Holstebro), dos en Francia (París y Aix-en-Provence), una en Alemania (Munich), cuatro en el Reino Unido (dos en Derbyshire, una en Dorset y otra en North Yorkshire), una en Italia (Grosseto), otra en Noruega (Oslo), otra en España (en el Parque de El Capricho de Madrid), otra en Suecia (Estocolmo), y once en Estados Unidos (Arkansas, California, Colorado, Kentucky, Lousiana, Missouri, Nueva York, Queensbury, Carolina del Sur, dos en Dallas, una en Houston y otra en Vermont). En total, 27.

¿No les parece curioso que todas estas naciones estén entre las occidentales más prósperas del mundo? Todas forman parte del G12 actual, salvo Noruega y Dinamarca, que no se puede decir que no sean prósperas. Se me ocurren muchas teorías absurdas para explicar esta relación, y otras no tanto.

Como pueden ver, los de la Wikipedia desconocen la copia del Museo Cerralbo de Madrid, probablemente la segunda más antigua de todas después de la romana de los Uffizi. Quizá esto se debe a que durante un tiempo fue considerada una obra falsificada, por lo que he podido leer en una publicación digital del diario El País (ver aquí). 

Por lo tanto, tenemos 28 copias fuera de Florencia. Si sumamos la del museo Bardini y la del mercado nuevo, son 30. Si añadimos la de los Uffizi, 31, en todo el mundo. 


Bajo las arquerías del Museo Arqueológico de Venecia, en la Plaza San Marco


Así quedó saciado mi interés durante un tiempo, hasta que el año pasado viajé a Venecia, y visité allí el Museo Arqueológico, en la Plaza San Marcos, entre el Museo Carrer y la Biblioteca Marciana. Con el mismo billete podías visitar el Palacio Ducal y esos tres edificios, así que no era cuestión de dejarlo pasar.

Tras una hora recorriendo el Museo Carrer, antiguo palacio de Napoleón y después de Sisí y Francisco José, y después de hora y media más deambulando por los pasillos del Museo Arqueológico atestados de objetos antiguos, me fijé en una vitrina donde descansaba un animalillo, de unos 20 cm. de altura, éste que pueden ver aquí:


¿No es él?


Totalmente noqueado, le hice una foto, y a continuación otra a su leyenda. Juzguen ustedes mismos.


Es él


Es un Cinghiale de bronce, pero nosotros sabemos ya que le podemos llamar cariñosamente Porcellino. Primer siglo después de Cristo, eso significa que es tres siglos posterior a la copia romana de mármol de los Uffizi, así que me temo que el del museo Cerralbo tendrá que conformarse con el tercer puesto en el ranking de antigüedad, por el momento. Interpreto que la encontraron en 1.913 en la población de la zona metropolitana de Venecia que se llama Campagna Lupia, pero no me queda del todo claro. No he podido encontrar más información de este pequeño Porcellino en ningún otro lugar.

Ya tenemos 32 Porcellinos por el mundo. Con el original helenístico perdido en algún lugar de la historia sumarían 33. Este sí que me parece ya un buen número.







"Para educar la atención y el criterio necesitamos conocimientos. El interés no es el motor del conocimiento, sino que el conocimiento es el motor del interés. El ignorante no tiene interés por lo que ignora porque no sabe ni lo que ignora, mientras que cuanto más sabemos de algo más interés le descubrimos, más fácil aprendemos cosas nuevas y con más placer lo comunicamos."  Gregorio Luri, en una entrevista al diario El Mundo (ver aquí).