miércoles, 4 de marzo de 2015

La Quinta de los Molinos, y los Almendros en Flor




A primeros de marzo comienza la floración de los campos de almendros de La Quinta de los Molinos de Madrid, un espectáculo extensivo y minimalista difícil de concebir dentro de una gran ciudad como ésta.



El origen de la Quinta fueron los terrenos situados en el entorno del actual palacete y la zona situada al norte del camino de Trancos, que formaban parte de otra cercana quinta de recreo que tenía la familia de los condes de Torre Arias en el viejo camino de Alcalá, una de las pocas que han quedado de aquellas en las que se fue estableciendo la nobleza, en los alrededores de Madrid, cuando Felipe II fijó en definitivamente aquí su residencia, en 1.561. 



A principios del siglo XX esos terrenos estaban dedicados al cultivo del cereal. No se sabe muy bien si su propietario, el conde de Torre Arias, se los regaló al arquitecto alicantino César Cort, o si se los intercambió por unos servicios profesionales.



César Cort Botí (Alcoy 1.893 - Alicante 1.978) fue un gran personaje. Profesor en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid. primer Catedrático de Urbanismo de España, concejal del ayuntamiento de Madrid durante la Segunda República, y promotor de éxito que llegó a acumular trece millones de metros cuadrados de terreno.



Fundador de la editorial Plus Ultra, dueño de un flamante Cadillac negro durante la posguerra, y explotador de las minas de wolframio de O Fontao, en Pontevedra (ver reportaje aquí), mineral estratégico que le compraban los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, para endurecer el acero de su artillería.



Actuó como arquitecto en muchas ciudades de España, como promotor de edificios de viviendas en Madrid, y como divulgador de la cultura del urbanismo en España.

Puente sobre el cauce del Arroyo de Trancos


Fue el que profesionalizó el urbanismo en España, que entonces se llamaba urbanología, y su mayor aportación a esta disciplina fue el concepto de los espacios verdes dentro de la ciudad.



Desarrolló sus postulados urbanísticos en el libro "Campos Urbanizados, Ciudades Rurizadas (1.941)".



Su nieto contaba al diario El País, en este artículo, que César Cort había viajado por todo el mundo, que era muy inteligente, y que tenía un carácter endiablado.



Parece ser que ese carácter y su tendencia monárquica no le ayudaron a fraguar muchas amistades durante la Segunda República y el Franquismo.



Sobre aquellos primeros terrenos César Cort comenzó a levantar en 1.925 un palacete, que recuerda al palacio Stoclet de Bruselas (ver aquí), de Joseph Hoffmann, uno de los padres de la Secesión vienesa.



A continuación construyó la Casa del Reloj y otras dependencias agrícolas.

Palacete


Diseñó también el resto de las 28,6 hectáreas que tenía la Quinta en el momento de su muerte y que había ido adquiriendo en sucesivas compras a lo largo de su vida.

Invernadero

Casa del Reloj

Plantó árboles frutales y multitud de almendros y olivos en las colinas y taludes. Álamos, olmos y chopos en las hondonadas.



Pinos carrascos, pinos piñoneros, eucaliptos, cedros y cipreses alrededor de los campos de almendros, para protegerlos de las inclemencias.



El agua era abundante, con dos arroyos que atravesaban el terreno, el de Trancos y el de la Quinta, pero también construyó pozos.



Subía el agua con unos molinos de viento que trajo de Michigan, que dieron el nombre a la Quinta, y de los que sólo quedan dos.

Pista de Tenis


Formaban parte de un complejo sistema de fuentes, albercas, acequias, depósitos y estanques, que también servían de elementos decorativos.

Fuente de las Cuatro Tazas


El modelo para la quinta fue uno muy usado durante la Ilustración, una combinación de finca de recreo y agrícola, mezclando zonas de cultivos con paseos, construcciones, y zonas arboladas.


Depósito de Agua

El resultado de sus intervenciones recuerda a las fincas agrícolas del litoral mediterráneo, como las de su lugar de origen, Alcoy.

Camino de Cipreses


A la muerte de César Cort sus herederos dejaron la quinta al cuidado del mismo personal que habían tenido siempre, hasta que en 1.982 firmaron un convenio con el Ayuntamiento de Madrid por el que cedían 21 ha, a cambio de poder edificar en las 7 restantes, situadas en la zona alta. Una de las condiciones establecía que el Ayuntamiento se haría cargo del personal que atendía la Quinta.



Poco después la Quinta sufrió años de abandono y talas indiscriminadas, que los antiguos propietarios denunciaron, levantando actas notariales. Finalmente el ayuntamiento tomó conciencia, lo rehabilitó y lo abrió al público.




El estudio Gómez Atienza Arquitectos transformó el interior del palacete en 2.007 (ver aquí) para alojar una fundación privada de apoyo al profesorado musical del Ayuntamiento.

Fuente Neobarroca


El proyecto musical no salió adelante, como tampoco lo había hecho antes otro para sede olímpica de Madrid 2012.



Totalmente rehabilitado ahora, el palacete languidece sin uso.

Fuente del Bambú


La Casa del Reloj fue restaurada por una escuela taller del ayuntamiento en 2.008.



Lo más curioso de todo es que, según sus nietos, César Cort plantó almendros en esas grandes extensiones porque le parecía un árbol bonito y barato, y fácil de retirar si quisiera urbanizar la finca.



Sin embargo, han sido precisamente esas zonas las que no se han acabado urbanizando.



César Cort deseaba incluir espacios verdes dentro de la ciudad.



Pensó urbanizar su campo, y acabó rurizando la ciudad, después de su muerte, como había planteado él mismo en su libro, tantos años atrás.


Acceso a la Quinta de los Molinos