domingo, 1 de febrero de 2015

Francis Chapelet, el Organista


Desde pequeño he oído hablar, en Covarrubias, Burgos, de lo bien que tocaba el órgano de la Colegiata Francis Chapelet. Toda mi familia lo había oído menos yo, que era el más pequeño, y contaban maravillas de él.

Durante mucho tiempo sólo supe que esta persona era un organista francés que había ido por allí hacía tiempo, que le había gustado mucho el órgano, y que llegó a grabar varios discos con él.


Covarrubias, un día de verano.

Preparando esta entrada he encontrado esta corta publicación del diario El País, de 1.982, que hace referencia al concierto que dio aquel año en la Colegiata del pueblo, con motivo de lo que ahí llaman el 25 aniversario de la restauración del órgano, lo que no es tan cierto, como ya explicaré. Yo entonces tenía 8 años, y no me enteré de nada.

Hasta los veinte años yo sólo oía el órgano los domingos de verano, semana santa o navidad, cuando estábamos en Covarrubias y la asistencia a misa era prácticamente obligatoria. Lo tocaba, y lo sigue tocando, un músico del pueblo, Nicolás Renes. Me gustaba especialmente el aire solemne, místico y colorido que le daba a la misa. Era algo que echaba en falta cuando alguna vez tenía que escuchar misa en otra iglesia.

Pueden hacerse una idea de la complejidad del instrumento que aún toca en las misas mayores don Nicolás en este repotaje de minuto y medio de Televisión Española.


Colegiata de Covarrubias, un día de Semana Santa, nevando.

De adolescente pasaba todos los meses de julio con mi abuela, en el pueblo. Ella me cuidaba y yo la ayudaba en algunas tareas, y la hacía algo de compañía, hasta que mis padres y tíos venían en agosto. Recuerdo que un día, al subir a la cocina de su casa a comer, me dijo:

 —¿No has visto al Chapelet?
 —¿Al Francis Chapelet? ¿Dónde?
 —Por el puente, iba hacia el pueblo mientras tú venías.
 —Pero si no sé ni cómo es, nunca lo he visto...
 —¿Nunca lo has visto? Con lo bien que toca el órgano... ¿Cómo te digo yo?

No recuerdo la manera en que me lo describió, pero sí, y perfectamente todavía, cómo era uno de los hombres que me había cruzado por el puente, de entre los que pude hacer memoria en ese momento, y que quise pensar que podría haber sido él, hasta que comprobé que la descripción que me estaba haciendo no coincidía para nada con su aspecto.


Me había cruzado al maestro Chapelet caminando por el puente, un día de julio, y no supe quién era.

La verdad es que entonces yo no tenía ningún interés por el órgano. Me gustaba el sonido de la trompetería, pero la música me resultaba aburrida. Lo que realmente me gustaba hacer en Covarrubias era jugar en las eras, bañarme en el río, ir a todas partes en bici, hacer excursiones por los alrededores, y pasar las horas muertas con mis amigos del arrabal de san Roque. Eso, y ayudar a mi familia en recados y en tareas del campo, era todo lo que hacía aquellos largos veranos.

Unos años después dejé de ir a misa los domingos, ante la resignación de mi abuela, que no entendía que me gustara más irme con la bici a cualquier lugar. Ella murió cuando yo tenía diecinueve, un día de agosto, en un banco del arrabal de san Roque, enfrente de su casa, mientras mi madre y ella me esperaban para comer.


Cielo de Covarrubias, una noche de agosto.

Después de los veinte, más o menos, empecé a asistir a los conciertos de órgano que organizaban en la colegiata los fines de semana de agosto. De entrada libre, eran una manera de hacer algo más elevado que la fiesta nocturna continua en la que había acabado derivando nuestra intensa actividad veraniega. Recuerdo dejar una tarde a mis amigos hablando en un bar del pueblo para irme solo a escuchar el órgano. En ninguno de aquellos conciertos tocó Chapelet.

En este vídeo podéis escuchar un fragmento de concierto en el órgano de Covarrubias, como los que solía escuchar entonces, a cargo en este caso de Alberto Iglesias González, organista de Cantalapiedra, en Salamanca.




También por esa época leí Rimas y Leyendas, de Bécquer. Una de éstas se llamaba Maese Pérez, el Organista, y contaba la historia de un hombre muy mayor y místico al que lo más selecto de la sociedad de Sevilla iba a oír tocar el órgano en la misa del Gallo, en una pequeña iglesia de la ciudad, para escuchar su música compuesta para la ocasión, que describía con frases y metáforas exaltadas, como de "mil himnos celestiales a la vez, que al confundirse formaban torrentes de arrolladora armonía". La unión mística del organista con la divinidad provocaba unos hechos prodigiosos, que contrastaban con la realidad ruinosa del lugar que había presenciado Bécquer.

Pero pasó el tiempo, comencé a trabajar, dejé de pasar aquellos larguísimos veranos en Covarrubias, y no volví a saber nada de Francis Chapelet durante muchos años. Me llegué a olvidar completamente de él, hasta hace unos meses.

Como todos los años, fui un fin de semana de octubre a Covarrubias a ayudar a mis tíos y mis padres a vendimiar, y hacer vino. Ese sábado mi tío Pablo, buen cantante y de buen oído musical, nos dijo que no podíamos acabar tarde, porque Chapelet daba un concierto a las ocho. Al principio pensé que estaba bromeando, como suele, pero luego nos lo confirmó, totalmente en serio. Muchos recuerdos se agolparon en mi cabeza.


Vendimias, en Covarrubias, un día de Octubre.

Esa tarde teníamos poco que vendimiar y llegamos pronto a casa. Me duché, me cambié de ropa, cogí mi vieja cámara compacta, la única manejable para tirar alguna foto mientras se vendimia, y me fui a la Colegiata. Este era el cartel que colgaba en la puerta:


Era él

El concierto no era a las ocho, sino después de la misa de siete, y ya había comenzado cuando llegué. No pude escuchar la obertura improvisada, ni hacerme con el programa, que tenía un apunte biográfico, pero lo encontré días después, en internet:


"Uno de los primeros protagonistas del renacimiento del órgano histórico español,
especialmente en Castilla y León, iniciando su andadura en Covarrubias."

Había mucha gente para ser un sábado de octubre que no era puente. Mi tío Pablo ya estaba allí, sentado cerca del coro. No había sitio ahí, pero sí en los bancos de la nave. Yo no me quise sentar. Me acerqué al coro, y miré hacia el órgano.




Era la mejor música que había oído nunca sonar en él. Me pareció de un gran virtuosismo.


Francis Chapelet, el 11 de octubre de 2015, tocando el viejo órgano de la Colegiata de Covarrubias

Anduve un poco por la Colegiata, quería captar algo de ese momento de exaltación mística. Realmente era tan bueno como había oído decir desde pequeño.


Bóvedas góticas, música barroca

Después de cada tema había muchos aplausos. Yo aplaudía como el que más.




Al finalizar uno de los últimos temas, después de los aplausos, Chapelet se levantó, caminó por la tribuna, y se asomó hacia la nave. Se hizo un silencio, y comenzó a pronunciar, en perfecto castellano con acento francés, y con un tono serio, incluso de enfado, más o menos, según puedo recordar, estas palabras:

Este órgano fue construido en el 1.600 (siglo XVII). Luego, en el 1.700 se adaptó al gusto barroco, y se añadió toda la trompetería horizontal, ésta que ven aquí. Es una pieza única. Desde entonces no ha sido restaurado. Su estado de conservación es crítico, está muy deteriorado. Hago, desde aquí, un llamamiento a los políticos, a la iglesia, a los consejeros, a cualquiera que pueda hacer algo... para que se restaure de una vez, y no dejen echar a perder, por favor, esta gran obra.

Le faltó añadir un maldita sea, por no decir un juramento. Luego se volvió a sentar, y nos deleitó con un par de temas más. Al acabar el concierto entré al coro y le hice una foto al órgano maltrecho. Sabía que no estaba en buen estado, pero las palabras de Chapelet me habían impresionado.


Madera, metal y viento

Luego me acerqué a la salida. Mi tío ya se había marchado, pero aún había mucha gente arremolinada. Yo me quedé por allí unos segundos hasta que Chapelet bajó las escaleras, y le vi de cerca, a un par de metros. No le dije nada. Sólo lo miré durante unos segundos, mientras se hacía sitio entre el gentío.

Al día siguiente mi tío Pablo bajó a casa para hacer el mosto y prensar la uva, y me preguntó qué me había parecido el concierto.

—Muy bueno —dije.
—Es el que mejor toca el órgano, de todos los que vienen.
—¿Y lo que dijo de que está tan mal, que necesita que lo restauren?
—Eso hace mucho que lo vienen diciendo, y no hacen nada. Y eso que el Nicolás lo sigue tocando, y lo afina, y lo mantiene... Eso hace mucho. Si no es por eso, igual ni se podría tocar ya.


Paseo de la colegiata, el domingo, después del concierto.

El domingo por la tarde volví a Madrid, y a la noche busqué información de Francis Chapelet en internet.

Me enteré así de que había nacido en París en 1934, así que ya tiene 80 años. De que es hijo del pintor de escenas marinas Roger Chapelet, y de que actualmente vive entre el Perigord, en el sudoeste de Francia, el lugar de procedencia de su familia, y Abarca de Campos, en Palencia, su tierra de adopción.

Que está considerado el gran Maestro Organista de Europa de los últimos cincuenta años. No sólo como intérprete, sino también como impulsor, constructor y conservador de este instrumento en Europa y América.

Que fue, durante muchos años, titular del órgano de San Severin, el mejor de todo París, y del de San Giovanni dei Fiorentini, en Roma, de los que sigue siendo organista honorario. Y que fue también, durante 20 años, catedrático de órgano en el Conservatorio Nacional de Burdeos.


Órgano de la Iglesia de San Severin, París. No sabía, cuando la visité hace 4 años y le hice esta foto, que Chapelet había sido su organista titular.

Me enteré de que ha sido el verdadero descubridor del órgano ibérico, y el principal impulsor del renacimiento de su estudio e interpretación. De que creó, en 1978, la Academia Internacional de Órgano Ibérico de Castilla, de la que sigue siendo su director, y con la que ha recuperado numerosos órganos por toda la geografía española, sobre todo en Castilla y León, Aragón y Murcia. Pueden visitar la web de su fundación aquí.

También es miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y de la Comisión del Ministerio de Cultura Francés para la construcción de órganos nuevos, así como para la restauración de órganos considerados como monumentos históricos, cargo que dejó para dedicarse con más tiempo a su nueva pasión: la restauración y construcción de órganos nuevos en Bolivia.

El año pasado ofreció su último concierto en los grandes circuitos mundiales, en la Iglesia de la Ascención de Nueva York, en un órgano francés construido en 2011 y considerado ahora uno de los mejores del mundo. En el programa del concierto fue citado como uno de los legendarios intérpretes de su generación todavía en activo. Pueden leer la noticia de ese concierto en este enlace.


La figura más relevante del último medio siglo

En septiembre del año pasado le entrevistaron en el diario digital El Confidencial, pueden leerlo en este enlace. Allí se muestra satisfecho de cómo en los últimos años España ha recuperado la cultura del órgano, habiendo mantenido, además, los instrumentos intactos desde el momento de su construcción, mientras que en países como en Francia o Alemania los órganos se han ido reformando y han perdido antigüedad.

¿Y del órgano de Covarrubias? La única página que decía algo era la de la Asociación de Empresarios de Covarrubias, que pueden ver aquí, en la que dicen algo de lo que contaba el maestro. Que es del siglo XVI, reformado en 1.700 por Diego de Oriol y Tejada, que le añadió la trompetería horizontal. Dicen también que necesita una profunda restauración, que las bajas temperaturas del invierno castellano le afectan especialmente, lo desafinan y agravan su estado. Que tiene el secreto apolillado y numerosas fugas de aire pero que, pese a todo, tiene una altísima calidad sonora. También dicen que en los años 80 el organista francés lo redescubre al mundo, como la joya que es. En la Wikipedia dan un dato más, que no he contrastado. Afirman que es el órgano más antiguo de Castilla que sigue sonando.

¿Y de la relación del maestro con el órgano? ¿Cuándo y cómo lo descubrió? ¿Cuándo grabó aquellos discos? ¿Lo restauró o no? ¿Qué pasó después? ¿Por qué dejó de actuar allí? No es otra historia, pero sí es larga, por lo que tendrá que ser contada en otra ocasión.




¿Saben una cosa? Estoy seguro de que, si me vuelvo a cruzar ahora con el maestro, sabría reconocerlo.

(Pueden leer la siguiente entrada sobre Francis Chapelet y el Órgano de Covarrubias pinchando aquí)






4 comentarios:

  1. Pedro, aunque tarde, he visto tu entrada en internet del 1 de febrero de 2015. Estoy totalmente asombrado por todos los detalles que das desde tu infancia hasta octubre de 2014. A ver si nos encontramos en Covarrubias algún día. Para cualquier otra comunicación, escríbeme al correo fundacionfrancischapelet@gmail.com
    Un saludo de Francis Chapelet

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    1. Muchas gracias, maestro. Estoy encantado de que haya leído mi entrada, y de que haya dejado este comentario, con invitación incluida. Sólo intenté plasmar aquí algunos recuerdos que se me agolparon en la cabeza con motivo de ese concierto inesperado, como pequeño homenaje, y con afán de divulgación.

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  2. Gracias, Pedro, por compartir tus vivencias en torno al órgano. Me ha encantado!
    Con frecuencia, cuando asisto a los conciertos de órgano o música antigua, me he preguntado, precisamente por esto: “qué nos une a todas los que estamos esperando en la fila o ya sentados en la butaca o silla” En alguna ocasión si he comentado algo con la gente próxima, y en una ocasión he compartido correo-e. por el que hemos continuado en contacto con la música, pero también se ha dado el caso que tras un “hola” por mi parte (si recibir contestación) y un “adiós” (también por iniciativa mía) no ha habido más comunicación. O sea, que “la música une, ma non troppo”
    En agosto de 2014 asistí a un concierto didáctico en Autillo de Campos, Palencia, con explicaciones muy interesantes dadas por Francis Chapelet y este año le saludé personalmente en la Catedral de León.
    Bueno, como de compartir se trata, mi pequeña historia viene de:
    (Copio y pego de la página que mantuve durante unos años)

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    Una pequeña historia.
    Nací en La Zarza de Pumareda y viví gran parte de mi niñez en el Salto de Aldeadávila, provincia de Salamanca. Un poblado creado para la construcción de una de las obras hidroeléctricas más importantes de la década de los 60.
    Un pueblo diferente… con un clima diferente, donde se puede ver flora o fauna típica del Sur o Levante: olivos, naranjos…
    Un pueblo diferente… formado por gente llegada de los pueblos de alrededor, de regiones próximas como Galicia, Extremadura, Castilla o de nuestros países vecinos; especialmente Portugal.
    En un espacio, relativamente pequeño, dada la topografía característica, convivía gente de costumbres diferentes, en casas o pabellones prefabricados construidos exclusivamente para la vida durante los 8 o 9 años que duró la construcción de la obra.
    Un pueblo diferente… aunque con lo habitual en otros como escuela, iglesia, tiendas… tenía servicios avanzados para la época, como cine o piscina.
    El poblado está mirando y, en parte, rodeado por el río Duero en su tramo fronterizo con Portugal y en una zona de difícil acceso. Es un entorno granítico que le proporciona una “acústica especial”.
    Un pueblo diferente… con una iglesia que tenía un altavoz de megafonía por el que, en lugar de campanas, D. Ignacio llamaba a los feligreses los domingos con música orgánica. ¡Se oía música de Bach en todo el poblado! creando un clima festivo y de alegría que recordaré siempre con agrado. Una música que también podría haber sido compuesta para interpretarse y meditar en esta “Catedral de la Naturaleza” donde, antiguamente, ya había sido elegida como asentamiento por una comunidad de monjes.

    León, julio de 2007.

    ..............................................................

    Miguel Martín
    miguel_martin10@hotmail.com
    www.miguelmartin.nom.es

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    1. Hola Miguel, ya veo que somos unos cuantos los que admiramos este tipo de música, que nos trae muchos recuerdos, y que disfrutamos en solitario en esos conciertos.
      Muchas gracias por compartir aquí los tuyos, al hilo de los míos.
      Por cierto, un verdadero placer escuchar esa música del Hispaniarum Rex que compartes en tu web.

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