Debió ser hacia el año 96. Yo ya llevaba tiempo quedándome en casa los lunes por la noche a ver Qué grande es el cine, el programa de José Luis Garci, la película y el coloquio, ante las protestas de mi madre, que todos los lunes me volvía a preguntar ¿esta noche también te vas a quedar? y, al día siguiente, cuando volvía de la escuela, abatido, me repetía que tenía que dormir más.
Aquel año yo estudiaba Elementos de Composición, en la Escuela de Arquitectura de Madrid, en la cátedra de Proyectos que compartían Julián Laguna y Antonio Miró. Mi profesor era éste último, uno de los mejores y más atípicos profesores de proyectos que tuve en la escuela. Humilde, educado, amable, serio, y una excelente persona. Sin duda, el que recuerdo con más cariño.
Antonio Miró Valverde, arquitecto y profesor |
“Centro de Restauración” (1969-70) Dibujo de Antonio López. Lápiz sobre papel |
Cubierta del IPCE. La corona de espinas.
Fernando Higueras y Antonio Miró, 1965
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Viviendas para militares en C/ Alberto Aguilera Fernando Higueras y Antonio Miró (1967-1975) |
El Miró, como lo llamábamos, comenzó aquél curso haciéndonos ir a una galería de arte donde exponía un pintor moderno, joven, sudamericano y prácticamente desconocido, del que no recuerdo el nombre, y redactar un comentario crítico. Eran pinturas de formato grande, empastadas y muy alejadas del concepto clásico de belleza o composición. No entendí muy bien en aquél momento cuál era el fin de aquello. Otro día nos llevó con él a visitar el Centro de Restauraciones Artísticas, algo que sólo se podía hacer con una autorización especial. Algunos de los que trabajaban allí y hablaron con nosotros nos confesaron que estaban encantados de trabajar en un lugar así. Otro, fuimos con él a visitar el estudio de Fernando Higueras. Hablamos con él, con su jefe de taller, y vimos sus planos, sus maquetas, sus dibujos y acuarelas. Otro día visitamos el casino de Torrelodones. Vimos todas las instalaciones, hasta las cocinas. Otro, la piscina climatizada de Hortaleza, con el responsable de mantenimiento. Le hicimos un montón de preguntas, y aprendimos mucho de él. Otro, solicitó el alquiler de un autobús a la escuela, y fuimos a visitar algunas viviendas construidas por él en la sierra de Madrid, como la de Lucio Muñoz o la de Villaseñor. Otro se trajo un libro sobre las tiendas de pueblos nómadas. Recuerdo fotografías de las yurtas de los mongoles. Otros días nos daba charlas con diapositivas. Una fue sobre Le Corbusier, donde se mostraba un tanto escéptico con algunos aspectos de su obra. Era un profesor que no cuadraba para nada con la actitud general de los profesores de la escuela, ni con sus grupos de influencia. Iba por libre.
Proyecto para edificio polivalente en Montecarlo Fernando Higueras y Antonio Miró, 1969. |
Un día se trajo unos rollos de película en súper 8. Nos contó que eran dos películas documentales, breves, filmadas por él, y que nos las iba a proyectar. Ese día Laguna y sus alumnos vinieron a nuestra aula, y las vieron con nosotros.
La primera se llamaba La blanca Paloma, y era una película de la romería del Rocío, filmada en los años 60. Nos contó que aquél año unos amigos le habían invitado, y aprovechó para irse allí con su súper 8. La película comenzaba con la preparación y la salida de las cofradías. Luego iba contando, con voz en off, el día a día, las paradas, los bailes, la alegría, el camino. En una de las escenas aparecía él, bailando o tratando de conversar con una joven, no recuerdo bien. Nos contó luego que había intentado hacer algo con ella pero que finalmente no consiguió nada. La segunda era una película sobre Amsterdam, también de los 60. Aprovechó un viaje que hizo allí para filmar. Recuerdo los canales, las calles armoniosas, los piñones de las fachadas, los tejados inclinados y, sobre todo, cómo la cámara se volvía cuando una joven con minifalda pasaba cerca de él. Él mismo se reía cuando todos le mirábamos en esos momentos. Nos explicó después que la minifalda, ese año, aún no había llegado a España.
A las películas quizá les faltaba dinamismo, pero estaban bien filmadas. Los planos y las escenas estaban pensados y bien escogidos. Miró nos contó que después de filmarlas había que dedicar mucho tiempo a montar las imágenes, añadirle la voz en off y la música Nos dijo que la película de súper 8 costaba cara y que, por eso, no podía filmar como un loco. Tenía que pensar bien los planos antes de filmar. Escoger un momento, una iluminación, montar el trípode, y mover la cámara. Como contraposición, habló del tipo de vídeos que se solían filmar entonces en los viajes, totalmente infumables.
Después Laguna habló del programa de Garci. No sólo nos lo recomendó, sino que nos dijo que teníamos que verlo, porque se aprendía mucho con él. Y no sólo de cine. En aquel programa también se aprendía arquitectura. Miró asentía.
Tenía razón. En ese programa se aprendían muchos conceptos que también se aplican a la arquitectura, igual que a todas las artes: idea, estructura, ritmo, composición, estética, desarrollo, orden, sucesión, luz, color... Era una cuestión de madurez intelectual, de poder analizar una obra y emitir juicios de valor. Se lo dije a mi madre, pero creo que no le convenció.
Como la escuela recomendaba ir cambiando de cátedra de proyectos cada año, para una formación más compleja, al siguiente me matriculé en otra diferente. Fue un gran error. Unos meses después me lo encontré. Yo salía de la escuela cuando él llegaba del metro. Creo que era el único profesor de proyectos que venía en metro. Me saludó amablemente, y me preguntó en qué cátedra estaba y qué tal me iba. Me quedé cortado, y le dije qué cátedra era y que me iba bien. Me deseó un buen año y se despidió. Luego vi cómo se alejaba, con su andar un tanto tambaleante. No le dije, sin embargo, que le echaba de menos, a él y a sus clases alternativas, que me hacían querer ser mejor arquitecto y mejor persona.