domingo, 10 de febrero de 2013

Django desencadenado

Homenaje del excesivo Tarantino, apellido de origen italiano, a ese subgénero llamado Spaghetti Western, que inventó el gran Sergio Leone, que siguieron desarrollando los italianos, y en el que los españoles pusimos paisajes y mano de obra muy digna. Un subgénero mucho más cercano al gusto de masas actual que el del western clásico de los 40 y 50.

El nombre de Django hace referencia a un personaje mítico del género, solitario, callado, sin pasado, noble y con afán justiciero, creado por Sergio Corbucci en 1966 en la película Django, interpretado por Franco Nero. Rodada en Madrid y alrededores, tiene uno de los comienzos más potentes de la historia del cine, con unos planos de Franco Nero de espaldas, cubierto con una vieja casaca y un sombrero yankee, con bultos a la espalda, caminando bajo la lluvia y arrastrando un ataúd por el barro de un desierto, a través de una cuerda atada a la cintura, mientras suena la potente canción sesentera Django, del argentino Luis Enríquez Bacalov, autor de la banda sonora.




Parece que el nombre del personaje era un homenaje al gran Django Reinhardt, ese genial guitarrista gitano al que también homenajeó Woody Allen en Acordes y Desacuerdos (1999)Reinhardt tenía algunos dedos de su mano izquierda paralizados por causa de un incendio ocurrido en su casa-caravana, a los 18 años. Aún así, aprendió a tocar la guitarra usando únicamente los dedos índice y corazón. Ese fue uno de los motivos de la inmensa originalidad de su estilo. El personaje de Corbucci también sufría un percance con sus manos a lo largo de la película, algo a lo que debía sobreponerse después. Por otro lado, el protagonista también hacía referencia al personaje de Rio the Kid interpretado por Marlon Brando en El rostro impenetrable (Marlon Brando, 1961). A Río le rompían los huesos de la mano derecha para que no pudiera volver a disparar. Igual que él, Django debe disparar con las manos destrozadas al final de la película.

Prohibida originalmente en el Reino Unido por su violencia, Quentin Tarantino hace tiempo que se proclamó fan de este film. Se había basado en una de sus escenas, en la que un general le corta la oreja a un traidor, para su memorable secuencia de Reservoir Dogs (1992), mucho más pausada y elegante, al ritmo de Stuck in the middle with you. En 2007 colaboró en un remake japonés de esa película, Suriyaki Western Django, dirigido por Takashi Miike. En sus películas Kill Bill hay dos temas de Bacalov.

Su Django desencadenado no toma de esta película más que el nombre del personaje. El protagonista no tiene nada que ver con el de Corbucci, salvo su carácter reservado, noble y justiciero. Sin embargo Tarantino demuestra su maestría haciendo algunos guiños a la película italiana. La suya comienza con el mismo tema musical, Django, de Bacalov, y más adelante nos saca un estupendo cameo de Franco Nero, muy bien traído.



Western original, como todas las películas de Tarantino, que no inventa, pero que se sale de caminos trillados. Este hombre sabe hacer guiones nuevos, divertidos y frescos. Tiene buena estructura, ritmo, mantiene la tensión, es ágil y, aunque puede que le sobren unos minutos, se sigue sin perder interés. La película mezcla, entre otros elementos, la esclavitud, unos cazarrecompensas, una leyenda germánica, luchas mandingas, algo de música rap, el habitual diálogo absurdo y cómico (quizá más estúpido de lo que habría sido necesario, supongo que con intención), planos con profundidad de campo, rápidos zooms, lentos movimientos de cámara, secuencias rápidas, tiros y violencia en las dosis esperadas, momentos de amor, las Montañas Rocosas nevadas, los obligados paisajes áridos, y plantaciones y haciendas sureñas.

Los paisajes nevados de una parte del comienzo me recordaron la escenografía de El Gran Silencio (1.968), otro buen spaghetti de Corbucci, y lo entiendo como otro guiño de Tarantino a sus referencias. Por lo poco habitual en el género, esos paisajes nevados también me recordaron imágenes de Las Aventuras de Jeremiah Johnson (Sydney Pollak, 1972), donde también había un maestro que enseñaba su sabiduría a un joven.

Por último, la película es una dura crítica al racismo y a la esclavitud.

Estupendo Christopher Waltz, en el extraño papel de King Schultz, alemán en el Oeste, dentista cazarrecompensas, y Hércules liberador de Prometeo (el esclavo Django), a la vez que su maestro y protector, con impecables valores éticos. No está muy claro si el protagonista es Django o él mismo. Muy bien Leonardo Dicaprio como el malcriado hacendado y sin escrúpulos Calvin Candy, y genial Samuel L. Jackson, irreconocible, como esclavo faldero que ha asimilado los valores de sus amos, en un papel estupendo.

Muy buena fotografía. Secuencias logradas y, como no, estupenda música que acompaña como un guante, como sólo Tarantino y alguno más (Sofía Coppola, Wong Kar Wai) saben hacer.

Pero, a pesar de todas estas notas positivas, encuentro fallos. Los personajes están bien construidos, pero son un tanto planos y estereotipados. Muy buenos, muy malos, o muy tontos. Les falta complejidad. Como excepción, los papeles más interesantes de Samuel L. Jackson y de Laura Cayouette como hermana de Candy. La dirección artística no me convence en algunas escenas, donde le falta veracidad, suciedad, realismo. Los diálogos son buenos, pero más numerosos y explicativos de lo que hubiera deseado, y no tan escasos, certeros y concisos como cabía esperar de un buen spaghetti. Explica demasiadas cosas que se podrían haber resuelto con un buen plano, con elipsis, con pocas palabras. Algunos planos (pocos) son reiterativos (ya me había dado cuenta, Quentin). El final es convencional, y se alarga más de lo necesario.




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